Luis Carlos Díaz: «Soy hijo de Internet»

Desde los 7 años ya era usuario de la red. Siempre estuvo vinculado a la producción de contenido digital. Vivió el nacimiento,  explosión y desarrollo de las plataformas sociales. Ya en la Universidad, comenzó a dar cursos, talleres y clases sobre el  tema sacando el mayor provecho a las herramientas que le facilitaba el mundo digital. Hablamos de Luis Carlos Díaz, periodista y ciberactivista.

Por Alexandra Castillo / Foto Cortesía de Luis Carlos Díaz y Archivo

«Comencé a estudiar comunicación social en la UCV y desde allí tenía muchísima inclinación por el tema de producir contenidos en línea. En 2006 ingresé al diario El Nacional, como pasante. En 2007  comencé en el Centro Gumilla. Allí estuve hasta 2015. Es muy importante mi paso por esta institución pues trabajaba para una fundación con el reto de tener revistas, libros, dar cursos en todo el país. En el Centro Gumilla se hacía la revista SIC, la revista Comunicación y en paralelo tenía, una de mis líneas de desarrollo, el uso de tecnología para las ONG, un sector con muchas necesidades de comunicación y pocos medios propios para difundir su contenido”.

Prosiguió: “Y si los ciudadanos teníamos las posibilidades de generar contenidos en línea, desarrollar blogs, contar con espacios digitales, las ONG también deberían tenerlo porque es un espacio natural para la sociedad civil. Eso me permitió estar como a la vanguardia del uso de tecnología para líderes sociales, líderes comunitarios, ONG y fundaciones”.

Díaz reflexionó: “Gracias a mi paso por Gumilla, en 2008 estuve en una conferencia de ciberactivismo en Hungría  exponiendo la situación de la libertad de expresión en Venezuela  y de Internet. Luego estuve en la Universidad Complutense de Madrid. También estuve en Miami, donde se comenzó a hablar de la Web 2.0. Todo esto me acercó al mundo del ciberactivismo, agrandé el músculo en esa área: cómo utilizar Internet para que las voces de las personas sean más poderosas e impacten en la opinión pública”.

Agregó: “Tuve muchas actividades paralelas que me permitieron viajar y llegar a diferentes lugares con la misma línea: el uso de la tecnología para ciudadanos, periodistas, empresas y cómo todo eso estaba cambiando el mundo”, indicó.

Además de tu trabajo, ¿cuál es tu actividad preferida?

La curiosidad por algo y acumular todo el material posible sobre eso. Es como ser un ratón de biblioteca. Me genera un placer gigante. También disfruto de placeres sencillos: amo cocinar, manejar de noche, con lluvia, y amo por sobre todas las cosas hablar con mi esposa Naky, la mejor persona del mundo, además la mejor para hablar.

¿Qué te hace reír?

Naky, principalmente.

Música preferida

Por la Cátedra del Pop, podcast que sale en Unión Radio, hago cada semana un play list que me permite mostrar los estilos que me gustan. Puedo poner desde música gitana, clásica, hasta Wilfrido Vargas, Hombres G mezclado con Arca y Björk. Amo la riqueza de la música y además no ando con estos rechazos como ‘no me gusta el reguetón’. Yo me senté a escuchar a Bad Bunny pensando que este tipo tiene algo que decir, lo descubrí y lo disfruté, me divierto escuchando de todo.

¿Sabes bailar?

Cero. Es una locura porque además estudié música, puedo mantener el ritmo, leo partituras, pero me concentro mucho en los acordes. Eso de “déjate llevar” no lo puedo hacer porque  si es una salsa, estoy escuchando los timbales, el arreglo. Lo lamento por Naky que le encanta bailar.

¿Cuál es tu opinión sobre el sector de las telecomunicaciones en Venezuela?

En Venezuela y en telecomunicaciones pasa de todo al mismo tiempo y eso es malo. El país llega a 2023 sin un plan nacional serio de telecomunicaciones, sin políticas públicas para el desarrollo del sector, además con un rezago producto de años de controles económicos, impedimentos para importación, regulación de tarifas, imposibilidad de reparar equipos e infraestructura. Por un lado se deteriora buena parte del cableado que conecta casas, domicilios, pueblos, barrios, ciudades y por otro lado se está instalando fibra óptica con conexiones de alta velocidad. Pero eso no cubre la caída de usuarios que se vive, es decir, tienes un Internet para un grupo que puede pagarlo pero que apenas representa entre el 5 y 8 % de la población. El resto no puede costearlo y todo se contrae. El país tiene menos usuarios de Internet hoy de los que tenía en 2015,  así como tiene menos celulares que los que había en esa misma época.

¿Podrá Venezuela estar de nuevo a la vanguardia tecnológica?

No. Lo que viene es una suerte de sinceración de la economía. Vamos a tener archipiélagos de bienestar, de buenos servicios que cuestan lo que cuestan, y que una parte de la  población puede pagar, pero que estarán rodeados de una terrible desigualdad.

¿Qué te mantiene en el país?

Yo conozco estos problemas y puedo ayudar a solucionarlos. Estoy seguro que la gente con la que trabajo sabe cómo recuperar este país. Y estamos, y estoy, convencidos que con democracia y libertad se va a poder recuperar. Por eso me mantengo acá. Esa es la principal causa. Y la otra es que trabajo con gente que no tiene la opción de irse, entonces, ¿por qué si ellos se mantienen, no me puedo mantener yo?

¿Eres feliz?

Bastante. Yo asocio la felicidad con la solvencia y he logrado unos niveles de solvencia personal, amorosa, de relaciones, económica, laboral, que me gustan. Me siento satisfecho con eso y me hace estar tranquilo. Esa tranquilidad es mi felicidad.

 

 

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